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13 de abril de 2012

La cerveza hace más inteligentes a los hombres


Los investigadores acaban de confirmar lo que ya muchos intuíamos, o por lo menos la excusa perfecta que estabamos esperando: la cerveza hace que los hombres sean más inteligentes, aunque sea sólo por un rato.

Al menos así lo afirman tres profesores de la Universidad de Illinois en Chicago, que asegura que, tras un par de cañas o vasos de vino, nos resulta más sencillo resolver acertijos.

Para llegar a esta sorprendente conclusión, los investigadores idearon un juego de barra de bar en el que participaron 40 hombres con edades comprendidas entre los 21 y los 30 años. La mitad de los conejillos de indias se tomaron dos vasos de cerveza, mientras que el resto no probó ni una gota de alcohol.

Dejaron pasar unos minutos para que el alcohol hiciera efecto y entonces decidieron poner a prueba la capacidad resolutiva de cada grupo. Los responsables del estudio les dieron tres palabras, y la prueba consistía en adivinar qué cuarto término se ajustaría a la sucesión.

El resultado fue inesperado: los participantes que se habían tomado las ‘cañas’ resolvieron un 40% más de acertijos que sus compañeros sobrios y lo hicieron en mucho menos tiempo. Los bebedores llegaron a la solución en una media de 12 segundos, 3,5 segundos menos que sus compañeros abstemios.

“Descubrimos que una tasa de alcohol en sangre del 0,07% limita la memoria pero mejora la capacidad creativa para la resolución de problemas”, explica la psicóloga Jennifer Wiley, una de las responsables de un estudio que, pese a lo que pueda parecer, no ha sido financiado por el sector de las bebidas espiritosas sino con fondos de la Asociación Internacional de Psicología.

Para Wiley y el resto de investigadores, la clave de los excelentes resultados de los participantes ligeramente embriagados reside en que “el alcohol hizo que resolvieran los acertijos de manera menos analítica y más intuitiva".

De hecho, la profesora de la Universidad de Illinois defiende que “las cosas realmente creativas se nos ocurren después de tomar un vaso de vino, por ejemplo, durante la cena”, lo que sin duda ayudaría a explicaría cómo adorables borrachos como Ernest Hemingway o de Charles Bukowski fueron capaces de escribir obras maestras con una alta concentración de alcohol en la sangre.

Via/El Espectador

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